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http://www.diariodelanzarote.com/blogs/zoom/2011/08/190811-la-ciencia-de-la-tierra.htm

Al menos una generación de lanzaroteños ha crecido sin tener contacto con un escardillo, y puede ocurrir que no distinga una sandía de una calabaza hasta que un cuchillo no desvele la verdad. El campo es cosa de viejos. Es una idea instalada en un Lanzarote que tiene desmantelados la gran mayoría de sus terrenos agrícolas cultivables. Desde que el sobreexplotado cóctel ‘playa-tumbona-buffet internacional’ reveló un modelo económico insostenible, la isla busca desarrollarse en otros sectores. ¿Puede ser el agro uno de ellos?

M.J. Tabar
[Viernes, 19 de agosto de 2011]

La tierra del volcán, en Teguise, nos recibe con una brisa cabezuda. Al minuto, comprendemos la necesidad campesina de guarecerse la cabeza con gorras, sombreras o cualquier artefacto textil. Es martes y nos topamos con la ola de calor en esta finca que mira hacia el Castillo de Guanapay y tiene al viento como principal enemigo y también como mejor aliado. Desde marzo, esta hectárea de terreno está gestionada por Jenny Cardona, una emprendedora mujer colombiana, que ha reunido a varios compatriotas para cultivarla a la usanza ecológica. La de toda la vida.

“Mira –nos dice Jenny– aplástala y luego huele”. Y nos tiende una florita modesta. La escachamos entre el pulgar y el índice sin dedicar un segundo más a mirarla. Y un intenso olor a cebolla impregna la nariz. El estómago aplaude, engañado, y pidiendo con borboteos que el aroma se convierta en una ensalada real. Se aproxima la hora del almuerzo.

La chica nos cuenta el principio de la historia. Una mañana, en un puesto de bisutería del Recinto Ferial donde trabajaba, escuchó a dos señoras mencionar que el Ayuntamiento de Teguise cedía tierra de forma gratuita, con el único requisito de que fuese trabajada. Ella no se lo pensó dos veces y solicitó una parcela.

En total, La Villa tiene 350 parcelas como la de Jenny, y asegura que hay personas en lista de espera para conseguir una. Aunque lo cierto es que no aprecia movimiento en la vecindad de tierras, y debería haberlo si es que están todas entregadas.

Nos cuentan que también Arrecife y San Bartolomé disponen de este tipo de parcelas, propiedad del Estado y que desde hace décadas no se cultivan. Los Consistorios se ven beneficiados porque el paisaje se recupera, y los particulares tienen la opción de autoabastecerse e incluso poner a la venta lo que consigan hacer fructificar.

Bernabé García, un activo experto en labores agrícolas tradicionales, asesora a esta nueva hornada de agricultores. “Cuanto más te metes, más te gusta”, dice Fabio Muñoz, un hombre de 42 años que trabaja como pintor y haciendo reformas. Junto a su mujer, cree que este es el preciso momento para ir virando el rumbo de su vida hacia el campo, el sitio donde sueñan envejecer.

La tierra que ahora trabajan lleva más de 30 años sin cultivarse. Las fotografías antiguas que se conservan en los archivos municipales dan fe del bello estado del paisaje, a la vera de las carreteras: hileras, surcos geométricos, hermosuras en flor, un patchwork vegetal en terrenos que nadie hubiese soñado.

Para recuperar su materia orgánica, el primer paso ha sido limpiarla de piedras y de aulagas, ararla y mimarla. Lo más fascinante lo encontramos a varios centímetros bajo tierra. Se llama humedad y se detecta a simple vista, en un círculo de arena más oscura, visiblemente empapada de agua. Un oasis bajo un aparente secarral.

Las miradas de ciudad -en su mayoría analfabetas en este tipo de materias- adquieren aspecto de besugo, de interrogante: ¿Cómo puede generar tanta vida un aparente páramo? Tampoco distinguen el sonido de una bandada de perdices, ni a las calandrias imitando a los cernícalos, ni a la hubara que se pasea por las fincas de los alrededores, majestuosa, tranquila, como una doña realmente confortada entre cultivos libres de pesticidas.

Salomón Carvajal es el tercer compañero del grupo. De momento, son ocho las personas involucradas en esta puesta a punto. Aprecian muchas facilidades: “Te ceden la tierra, te alquilan la maquinaria barata [8 euros el tractor de la Granja Agrícola ], te dan las semillas ecológicas [hasta 15 cultivos distintos]… Hay de todo, menos gente dispuesta a trabajar”.

Y la que hay es insuficiente y se aburre con facilidad. Entre otras cosas porque carece de asesoramiento. La Granja Agrícola ejerce su labor, pero no cubre la formación integral o específica de los nuevos agricultores, que precisan tutores a pie de campo, como los que antaño enviaba la Agencia Agraria.

Fuente YouTube